La madre la golpeaba con un cinto y luego la enviaba a dormir sin cenar, este castigo era impuesto también cuando la pequeña era descubierta hablando sola o cada vez que se creyera oportuna la medida.
Con los años la amargura de Doña Leoncia fue creciendo sin pausas y silenciosamente, el desinterés de su esposo por “los asuntos de la casa”, como él los llamaba, también fueron creciendo, pronto comenzó a ir cada vez menos a su hogar buscando más trabajo que hacer en la comisaria.
Cada vez que Doña Alcira y Don Enrique tenían un momento pasaban juntos o cada uno por su lado a ver a su sobrina que pasaba grandes horas del día sola en su casa. Doña Leoncia había dejado de trabajar en la tienda a partir del momento en el que su hermana menor se había vuelto la dueña, solía trabajar limpiando casas y cociendo para afuera. En una o dos ocasiones los tíos encontraron a Carlota en compañía de un joven de veintitantos años, el muchacho había dicho a los tíos de la pequeña que la señora, la madre de Carlota le había pedido que cuidara de ella mientras que no estaba, también conto que se había mudado hacia poco al barrio, exactamente a dos cuadras pero no supo que mas decir. Por lo general cuando lo descubrían en la casa no hacia falta que le dijeran que se fuera, bastaba una mirada fría para que el chico se disculpara y saliera corriendo de la casa. Los tíos se preocuparon un poco por esta situación pero como vieron que la niña parecía estar bien, que lo único que parecía estar en peligro era lo que estaba en la alacena o en la heladera y que el joven desapareció al cabo de un año, no se molestaron en averiguar ni decir nada a nadie mucho menos a Doña Leoncia por que sabían que la mujer castigaría severamente a la pequeña.
Para cuando ambas primas cumplieron 10 años la cantidad de moretones que Doña Alcira encontraba en el cuerpo de Carlota, comenzaba a preocuparla. Aun así lo que más preocupación le daba era la actitud de la niña.
Ella nunca recordaba como se había golpeado, demostraba tener una excesiva pulcritud para la limpieza, siempre estaba sonriendo y les contaba a menudo a sus tíos que la habían visitado sus amigos pero para ellos aquello parecía un poco irreal por que sabían que su sobrina permanecía todo el tiempo en la casa cuando no estaba en el colegio.
Cuando Anabela cumplió los 12 años su cuerpo cambio y su mamá le explico los secretos de ser mujer. Luego de aquello Doña Alcira creyó conveniente hablar con su sobrina, solo por si las dudas. Un día le pregunto a Carlota si su madre le había hablado de aquellos secretos, la niña le respondió que desde pequeña conocía todos los asuntos relacionados con ser mujer. La respuesta no dejo muy satisfecha a Doña Alcira pero pensó que siempre podría ayudar a sobrina especial.
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