Estando en el puesto de diarios donde trabajo, en San Isidro, y sin nada que hacer a veces me quedo mirando a la gente que pasa, esos momentos son cuando no pasa nada, o sea, no viene nadie. A veces es diferente, puedo estar ocupadísima atendiendo sin parar a una persona detrás de otra o tener que soportar a los locos que vienen a molestar.
Creo que los locos se dividen en 3 categorías; los que realmente no están cuerdos, los que directamente son mala onda y los que tuvieron un mal día. Para los que tienen el ojo entrenado es fácil verlos ni bien se detienen delante de las revistas exhibidas, uno ya se da cuenta con que intenciones viene cada persona, sin embargo, aun para aquellas personas con experiencia a veces es difícil distinguir a una persona con problemas mentales, salvo que los delate la apariencia (ropa en mal estado y sucios), por que son personas que creen lo que dicen o piensan y no es un estado pasajero lo que tienen.
Me ocurrió un viernes, era cerca del medio día, estaba ocupada en lo mío, cuando levante la mirada ahí estaba, mirando las revistas de decoración, continúe en lo mío pero mirando la de vez en cuando. Era una mina que estaría alrededor de los 35, la escuche quejar se del precio que tenían las revistas y que por dicho motivo tendría que llevar una que no le gustaba mucho pero que era barata. Se acerco a donde estaba sentada y se quejo de que la revista tenía tierra, yo la agarre y la pase boca abajo sobre los diarios para quitarle la tierra y me mira ofendida preguntándome si tenia que hacer lo mismo con sus manos ¿que por que no le ofrecía un trapo para limpiarse las manos? Debo admitir que casi dejo escapar una sonrisa como diciendo “hace lo” pero le di la servilleta que deja mi jefa en el puesto pero que no suelo usar por que esta mas sucia que las revistas. Se limpia las manos y antes de irse ofendida me dice que soy re vulgar. Antes de que se aleje demasiado y agradeciendo que el ruido de los autos se detuvo por escasos minutos le dije en voz muy alta y con la mejor onda posible “¡Gracias señora, que tenga un buen día!”
Me dejo con un mal gusto en la boca esa estúpida. Intente calmar me pero fue difícil, creo que habré tardado como una hora en poder volver a estar tranquila. Cuando por fin pude lograrlo apareció la 2° loca.
Esta parecía normal (con mal gusto para vestirse), hablaba en vos baja, al principio me costo escucharla no solo por los colectivos sino porque creo que me estoy quedando sorda de tanto 60 que pasa.
- Disculpa ¿conoces una tienda que venda carteras?
Yo pensé automáticamente en una que estaba a una cuadra de la estación
- Si, llegas hasta la esquina cruzas para enfrente y agarras derecho por la principal, pasando la estación, en la primer esquina hay un lugar donde venden carteras
- Estoy buscando un lugar que vende carteras y también ropa
- ¿No sabes la dirección?
- No, lo vi en una foto en el face book de mi novio
Lo único que pensé después que me dijo eso fue que el novio la engañaba, yo todavía no me daba cuenta de nada
- Mira, te conviene probar por la calle principal, por acá, en la avenida, solo vas a encontrar locales que venden electrodomésticos
- No, no, es un lugar que tiene las carteras en un estante sobre la ropa que esta colgada en perchas
- Como te decía antes – esto se lo dije un poco irritada por que me molesta mucho que la gente no preste atención cuando le estoy explicando algo – proba por Belgrano que es la calle principal, sino tenes una dirección no te puedo ayudar
- Si le pregunto a mi novio se va a hacer el boludo y no me va a contestar – esto lo dijo para si misma sin prestarme atención – ¿vos sabes si los empleados se pueden sacar fotos dentro de las tiendas? –
Cuando me pregunto eso yo seguía sin darme cuenta, solo la considere como una mina medio densa
- Como poder pueden pero si los agarra el encargado se meten en problemas
- No sabes los problemas que le voy a armar yo – lo volvió a decir para ella sin prestarme atención – no conoces una tienda que venda carteras y ropa? tiene que ser acá o en San Fernando
En ese momento fue cuando caí, la mina no estaba bien y si no me la sacaba de en sima rápido me iba a taladrar la cabeza por que seguía con su discurso que cada vez tomaba mas impulso, de repente se callo y se fue, la seguí con la mirada y la vi que se cruzaba con la hija de la dueña de la lencería que esta a mitad de cuadra, Clara, la flaca venia a devolverme una revista que le había prestado
- ¿La conoces a esa mina? – me pregunto Clara
- No, vino a preguntarme por una tienda que vende carteras y ropa - le conteste yo
- ¿Acá o en San Fernando?
Me quede mirando la
- ¿Como sabes? - le pregunte con una sonrisa
- Estuvo ayer y antes de ayer en la tienda y me dijo que el novio quería poner una tienda de lencería, ella quería ayudarlo y quería saber como hacia para ponerla, acá en o en San Fernando, una pesada, no me la podía sacar de en sima, yo tenia que atender y ella seguía delirando con el novio
Le conté la charla que había tenido con la loca y lo bien que me había caído después de la amarga anterior pero a Clara se ve que la había molestado bastante las dos veces que se la banco en la tienda por que no le causo ninguna gracia mi anécdota, solo deseo no volver a verla mas a la trastornadita, como la llamó, y continuo con su camino.
Al final con locura y todo la mina me había logrado quitar el mal sabor de boca que me había dejado la anterior, a pesar de que en un momento había logrado irritar me un poco solo fue por que creí que estaba cuerda y al pedo. Estas son algunas de las cosas que pasan cuando trabajas en un puesto de diarios.
lunes, 29 de noviembre de 2010
jueves, 11 de noviembre de 2010
El tren se acerca Parte 3
La madre la golpeaba con un cinto y luego la enviaba a dormir sin cenar, este castigo era impuesto también cuando la pequeña era descubierta hablando sola o cada vez que se creyera oportuna la medida.
Con los años la amargura de Doña Leoncia fue creciendo sin pausas y silenciosamente, el desinterés de su esposo por “los asuntos de la casa”, como él los llamaba, también fueron creciendo, pronto comenzó a ir cada vez menos a su hogar buscando más trabajo que hacer en la comisaria.
Cada vez que Doña Alcira y Don Enrique tenían un momento pasaban juntos o cada uno por su lado a ver a su sobrina que pasaba grandes horas del día sola en su casa. Doña Leoncia había dejado de trabajar en la tienda a partir del momento en el que su hermana menor se había vuelto la dueña, solía trabajar limpiando casas y cociendo para afuera. En una o dos ocasiones los tíos encontraron a Carlota en compañía de un joven de veintitantos años, el muchacho había dicho a los tíos de la pequeña que la señora, la madre de Carlota le había pedido que cuidara de ella mientras que no estaba, también conto que se había mudado hacia poco al barrio, exactamente a dos cuadras pero no supo que mas decir. Por lo general cuando lo descubrían en la casa no hacia falta que le dijeran que se fuera, bastaba una mirada fría para que el chico se disculpara y saliera corriendo de la casa. Los tíos se preocuparon un poco por esta situación pero como vieron que la niña parecía estar bien, que lo único que parecía estar en peligro era lo que estaba en la alacena o en la heladera y que el joven desapareció al cabo de un año, no se molestaron en averiguar ni decir nada a nadie mucho menos a Doña Leoncia por que sabían que la mujer castigaría severamente a la pequeña.
Para cuando ambas primas cumplieron 10 años la cantidad de moretones que Doña Alcira encontraba en el cuerpo de Carlota, comenzaba a preocuparla. Aun así lo que más preocupación le daba era la actitud de la niña.
Ella nunca recordaba como se había golpeado, demostraba tener una excesiva pulcritud para la limpieza, siempre estaba sonriendo y les contaba a menudo a sus tíos que la habían visitado sus amigos pero para ellos aquello parecía un poco irreal por que sabían que su sobrina permanecía todo el tiempo en la casa cuando no estaba en el colegio.
Cuando Anabela cumplió los 12 años su cuerpo cambio y su mamá le explico los secretos de ser mujer. Luego de aquello Doña Alcira creyó conveniente hablar con su sobrina, solo por si las dudas. Un día le pregunto a Carlota si su madre le había hablado de aquellos secretos, la niña le respondió que desde pequeña conocía todos los asuntos relacionados con ser mujer. La respuesta no dejo muy satisfecha a Doña Alcira pero pensó que siempre podría ayudar a sobrina especial.
lunes, 1 de noviembre de 2010
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