sábado, 16 de abril de 2011

El tren se acerca Parte 5

Era el otoño de 1978 Carlota se había en gripado, se quedo en su casa durante una semana en la que de vez en cuando solo iba su prima a verla pero cuando llego el fin de semana también Anabela callo en cama enferma. El domingo Doña Alcira y Don Enrique decidieron que debían ir a ver como se encontraba su sobrina. Estuvieron una hora con la joven que mostraba signos de mejoría, lamentablemente hacia el final de su visita cuando se estaban yendo se encontraron con Doña Leoncia.
Estaban llegando al portón cuando se quedaron clavados al suelo al ver que del lado de la calle se encontraba esa mujer amargada a punto de entrar.
El primero en reaccionar fue Don Enrique, tomo a su esposa del brazo, la guio hasta el portón, aparto a su cuñada y salieron a la calle encaminándose a la estación.
La segunda que reaccionó, uno minuto después, fue Doña Leoncia que camino lo mas rápido que pudo para alcanzarlos. Cuando estuvo a una distancia conveniente comenzó a insultarlos con la fuerza que le dio el rencor acumulado durante años.
En la estación toda la gente se alarmo ante la sorpresa que provocó los gritos de una mujer completamente desquiciada que insultaba a una pareja que la ignoraba, tal es así, que un guarda de la estación llamo a un policía para acercarse e intentar controlar el problema.
La barrera y la campana que anunciaban la llegada de un tren comenzaron a funcionar ante su inminente llegada.
En el momento en que los dos hombres estaban a dos pasos del problema vieron con impotencia como aquella loca comenzaba a forcejear con la otra mujer y como el hombre intentaba separarlas.
El tren estaba a pocos metros de la estación y apresar de que había disminuido su velocidad para detenerse en la estación iba lo suficientemente rápido como para dejar los restos de tres personas esparcidos varios metros a la redonda.
Al velorio, que se llevo a cabo en San Isidro, asistieron todos los amigos de Anabela y Carlota, unos pocos vecinos de la pareja y ni un conocido de la difunta doña Leoncia.
Anabela lloro amargamente la estupidez de su tía, Carlota por otro lado no demostró sentir nada, simplemente se quedo sentada en una silla con la mirada perdida mientras que la gente se acercaba a ella y a su prima para darles su sentido pésame.
Cuando ya se habían marchado todos de la casa velatoria y las dos primas se habían quedado solas en compañía de los empleados, Anabela dejo de llorar, miro a su prima y le pregunto si deseaba ir a vivir con ella. Carlota la miro con una verdadera sonrisa de felicidad y alivio y dijo que no.
Un año antes de fallecer Doña Alcira había echo un testamento, no tenia ningún motivo en particular, solo lo hizo. En dicho documento dejo bien establecido que todas sus pertenencias y propiedades se las dejaba a su única hija, salvo la tienda que no solo la heredaría su primogénita sino también la única hija de su hermana Leoncia.